PARROQUIA SAN SEBASTIÁN DE POZOBLANCO

domingo, 5 de marzo de 2017

Tentaciones

La vida es una lucha, en la que estamos llamados a vencer, aunque tengamos caídas y recaídas. El cristiano debe enfrentarse día a día con tres grandes enemigos: la carne, el mundo y el demonio. Cuyo único propósito es impedirnos alcanzar la plenitud del amor que sólo obtenemos al entrar en plena comunión con Dios. 

Así, nos dice San Pablo: “Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las insidias del Diablo. Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas.” (Ef. 6:11-12).  El oficio propio del demonio es tentar, es decir, buscar como apartarnos del camino emprendido en la vida de fe. Dios nos ha dado la libertad para escoger “el bien o el mal.” La decisión final es de nuestro corazón. 

“Porque del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, injurias. Eso es lo que contamina al hombre” (Mt. 15:19-20). En nuestro corazón se libra una gran batalla entre la luz y la oscuridad; entre la gracia y el pecado. Es por esto que debemos poner vigilancia a nuestro corazón y conocer bien nuestras inclinaciones al pecado y nuestras debilidades para combatir con sabiduría.

Aún en las tentaciones más gordas, no habiendo consentimiento, no hay pecado. La tentación se convierte entonces, en un medio eficaz para crecer en gracia y virtud, para crecer en el amor. Dios, en su infinita sabiduría, la permite pero como nos dice San Pablo: “...Dios no permitirá seáis tentados sobre vuestras propias fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir con éxito.” (1Co10:13).

Dice San Antonio Abad: “suprime las tentaciones y nadie se salvará.” Porque la tentación nos ayuda a conocer la verdad de nuestro ser y la medida exacta de nuestra fragilidad; la tentación  fortalece probándonos y nos lleva a la madurez en Cristo. Ninguno hay tan santo ni tan perfecto, que no tenga tentaciones, y no podemos vivir sin ellas.  “Velad y orada para que no caigáis en tentación” (Mt 26:41)

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