PARROQUIA SAN SEBASTIÁN DE POZOBLANCO

sábado, 29 de abril de 2017

Basta de silencios. Porque por haber callado, el mundo está podrido

Que nunca nos falte el genio femenino
Como cada mañana, hoy he estado haciendo la oración de Laudes, que es una oración que tiene la Iglesia de alabanza, de acción de gracias.
Acudo a este tipo de oraciones o de liturgias porque para mí son como una herramienta que me ayuda a continuar siendo lo que quiero ser, que a menudo me resulta difícil, porque si bien es cierto que libremente quiero llevar la vida que llevo –cristiana en lo posible- surgen dificultades y me muevo a veces “entre leones devoradores de hombres, cuyos dientes son lanzas y flechas y su lengua una espada afilada”. El contacto diario con la Escritura me ayuda a no engañarme ni encubrirme frente a mis debilidades e imperfecciones (pecados), que son muchos. Y, éste no falsear respecto a quién soy yo, el entrar en contacto con la verdad me hace más libre: “La verdad os hará libres”
Pues bien, hoy no ha sido diferente a otras mañanas, y el Señor me ha descubierto la cobardía que aparece en mi vida y en las de tantos contemporáneos con los que me relaciono, bien personalmente, bien a través de otros medios.
Hoy se celebra en la liturgia el día de Santa Catalina de Siena, doctora de la Iglesia. Mujer del siglo XIV que no quiso someterse a los designios que sobre ella tenían sus padres de casarla y que su vida fuera la de una vulgar mujer de la época: una vida abocada a vivir con el hombre que habían elegido para ella y a tener hijos suyos hasta que los trabajos de la crianza de los mismos o algún mal parto acabaran con su vida. Ella era la 24 de un total de 25, ¡como para que los padres no la quisieran “colocar”!
     Debió ser una mujer “de armas tomar” que forcejeó hasta dedicar su vida a lo que ella creyó conveniente, a saber, la oración y la evangelización. Consiguió que el Papa trasladase el papado a Roma, denunció duramente a obispos y hombres entendidos sus razonamientos y sus acciones poco ortodoxas.
     Aunque quiso tener una vida en soledad y oración, sólo lo consiguió al final de la misma, pues le tocó en suerte llevar una vida pública en la que hubo de enfrentarse a la hipocresía de muchos hombres inteligentes y poderosos. Este coraje, poco común en una mujer de la Edad Media, le valió ser considerada copatrona de Italia y de Europa así como doctora de la Iglesia.  
He sentido deseos de investigar más sobre Santa Catalina porque merece la pena conocer la historia enjundiosa de ciertas mujeres, que han conseguido subirnos de talla a otras tan sumamente mediocres.
     “¡Basta de silencios! ¡Gritad con cien mil lenguas! Porque por haber callado, el mundo está podrido”. Ésta es la frase con la que podría  resumir un poco a esta mujer: buen referente para cualquiera que se precie.
     Otro hombre santo diría algo parecido. Me refiero a Gandhi, que la santidad no está  reservada sólo para los hombres y mujeres católicos. “Yo sería cristiano si no fuese por los mismos cristianos”. Tal vez Gandhi no tuvo la suerte de conocer a ninguno santo, y sólo coincidió con “cristianetes” de media untada, que abundamos mucho, y eso le valió hacer la afirmación que hizo. Si hubiese desayunado con Teresa de Calcuta, por citar un ejemplo más o menos cercano, tal vez hubiese cambiado de opinión.
         Pero sucede que esta sabiduría que les asistió está reservada sólo a unos pocos: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.
     Es este un gran misterio, meditaba yo esta mañana: que Dios, siendo grande, siempre nos invite a hacernos pequeños, a ser sencillos frente a lo enmarañado de nuestras vidas, de nuestros pensamientos y  sentimientos, con los que fatigamos tanto a los próximos. Delicada esta invitación a ser como el niño que confía en su Padre porque sabe que nada malo le sucederá, pues tiene certezas de que lo que él no sepa resolver lo solucionará su padre, y sabe que le proporcionará lo necesario y que lo defenderá de todo peligro.
    Cuántos grandes en la historia, cuántos sabios no han comprendido la trascendencia del Evangelio por no ser sencillos.

Mª Carmen Fernández

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