Ha dejado a toda la Iglesia un legado inmenso de obras y palabras, una doctrina comparable a la de los grandes Padres de la Iglesia de los primeros siglos.
Nos repitió constantemente de que el árbol de la Iglesia no es un árbol moribundo, que no debemos dejarnos impresionar por los profetas de desventuras: “si bien aquí o allá la Iglesia muere a causa de los pecados de los hombres, a causa de nuestra falta de fe, ella siempre nace de nuevo”. (Palabras en el momento de su renuncia)
"La fuerza de la semilla está en romperse" (BenedictoXVI)
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