PARROQUIA SAN SEBASTIÁN DE POZOBLANCO

lunes, 12 de marzo de 2018

Mi vocación nace como agradecimiento al amor de Dios

Javier y Francisco en la Parroquia,
por el día del seminario.
Me llamo Francisco Antonio López, tengo 26 años y aunque nacido en Málaga, he vivido toda la vida en Lucena. Soy el mayor de siete hermanos, hijos de Francisco Antonio y Francisca. Desde el año 2010 soy seminarista del Seminario Redemptoris Mater “San Juan de Ávila” de Córdoba. El 8 de diciembre de este año fui ordenado diácono.

En estos días nos encontramos en la parroquia de San Sebastián, dentro de la misión vocacional, que se lleva a cabo antes de la fiesta de San José (19 de marzo), en la que se celebra también el Día del Seminario. Me pedía el párroco, Aníbal, contar un poco mi experiencia, igual que como lo hemos hecho estos días con los grupos de catequesis y en las Misas.

A la hora de contar el origen de mi vocación es difícil hablar de un momento puntual. Mi vocación nace como agradecimiento al amor del Señor para conmigo, del todo inmerecido. La familia ha sido la primera Iglesia doméstica dónde se me ha transmitido la fe y he empezado a aprender qué es el amor. También Dios me llamaba a través de la vida de presbíteros concretos en la parroquia y me acompañaba en una comunidad neocatecumenal.  Es verdad que durante un tiempo comencé a centrar mi vida en los estudios, el deporte (balonmano) y todo aquello que pudiera “llenarme” de algún modo. Al terminar el bachillerato comencé la carrera de Arquitectura en la Universidad de Sevilla. Realmente me gustaba la carrera, tenía una buena beca de estudios… ¡no me faltaba de nada! Sin embargo, estaba vacío por dentro. Es en este tiempo cuando el Señor tuvo a bien aparecer en mi vida, a pesar de que yo tantas veces no lo buscaba o lo hacía por conveniencia.
Con la familia


 Durante una peregrinación a Fátima, en el año 2010, el Señor habló a mi corazón. Este encuentro con el amor gratuito de Dios me removió por dentro y me invitaba a seguirlo dejando las redes de la carrera, mis proyectos personales… Resonaban en mis las palabras de san Pablo cuando afirma que “Cristo murió por todos para que no vivan para sí los que viven, sino para Aquel que murió y resucitó por ellos” (2 Co 5,15). En septiembre de 2010, tras un proceso de discernimiento, comencé el primer curso en el seminario Redemptoris Mater de Córdoba.

Estoy muy agradecido al Señor por el seminario, que me ha formado a nivel intelectual, pastoral, humano y espiritual. También estoy muy agradecido a la ayuda de mis catequistas, hermanos de comunidad, formadores y padres. En el seminario y en la comunidad he vivido la universalidad de la Iglesia, que sale en busca de todo hombre necesitado. He tenido momentos de dificultad, de oscuridad o no entender por qué Dios me llamaba a esta vocación, también fue difícil el tiempo de cáncer de mi madre hace tres años. Puedo decir que Dios siempre ha salido victorioso y he sentido su compañía, también he visto la importancia de la oración y cómo el seminario y la comunidad ha rezado por mí. El seminario es un lugar donde se aprende a estar disponible en el servicio al otro. Y esto no por nuestras propias fuerzas sino por gracia de Dios.  Además de los estudios de teología, realicé dos años de experiencia de misión, el primer año en el centro Domus Galilea en Israel, y el segundo en un pequeño pueblo en mitad del desierto de Jordania que se llama Smakieh. Este tiempo de misión ha fortalecido mucho mi vocación, me ha mostrado la necesidad que tiene hoy la Iglesia de presbíteros santos y me ha animado a dar mi disponibilidad ante la obra que Dios me presenta.

Si me miro a mí mismo, a mis capacidades, a mis fuerzas… saldría corriendo. Sin embargo, después de este tiempo de seminario no puedo decir otra cosa que “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres” (Sal 125). Ahora me encuentro en el octavo curso, a las puertas de la ordenación presbiteral en el mes de junio, y puedo decir que Dios lo ha hecho bien en todo este tiempo. 

Aprovecho esta ocasión para pedir que recéis por mí, para que Dios me conceda la humildad y la disponibilidad en el servicio, para que no ponga impedimentos a la acción que Dios va realizando en mí.

Francisco A. López

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